Se acurrucó contra una esquina. Abrazando sus rodillas, sin parar de temblar, dejó caer las primeras lágrimas. Apoyó su cabeza sobre sus brazos, sin poder parar de llorar. Quería desaparecer, no entendía que estaba pasando. Todo a su alrededor estaba destruido, en ese momento sentía que nada era seguro, que algo le iba a pasar. Escuchaba gritos, golpes, cosas horribles. Lloró hasta que sus ojos se secaron, gritó hasta que su garganta no dio más.
De repente todo se silenció, y escuchó una voz decir "No te preocupes si hay una guerra ahí afuera, acá vas a estar bien, yo te voy a cuidar". Esa voz le sonaba muy familiar, pero a la vez sabía que jamás había escuchado algo así. Era tan tranquila, tan linda, tan tierna, tan suave. Subió apenas la vista, y llorando un poco más, le rogó a aquella voz que nunca lo abandonara. Despacito fue cerrando sus ojos. Disfrutando de esa cálida sensación, similar a la de un abrazo; de esos que sólo con amor se sienten. Todo su cuerpo fue invadido por una paz superior a cualquier otra sensación que haya sentido en su vida. Los nervios, el frío y el miedo que tenía se fueron por completo, quedó totalmente adormecido. Fueron unos segundos únicos, que en ese momento se hacían eternos.
Siempre en algún momento de nuestras vidas nos sentimos así. Totalmente abandonados, desolados, impotentes. Todo puede estar echo una miérda, pero siempre alguien nos va a calmar. No digo necesariamente alguien que exista, puede ser abstracto, puede ser una creación nuestra, o podemos ser nosotros mismos. A veces lo único que nos hace falta en un momento así es eso, una voz (aunque sea interior) que nos diga que todo va a estar bien, que nunca nos va a dejar, que nos va a cuidar.
Y quiero decirle GRACIAS a cada persona que en algún momento de mi vida, fue esa voz.